Cueva del Cobre desde Sta. María de Redondo
Nacimiento del río Pisuerga
<> Distancia: 12,3 km. Circular
<> Altura mínima: 1.232 m
<> Altura máxima: 1.612 m
<> Desnivel acumulado: 434 m
<> Tiempo estimado: 3h 10m
<> Dificultad: fácil
<> Orientación: fácil
Itinerario circular, los datos se refieren a todo el recorrido hasta el punto de inicio.
Cueva del Cobre es el nombre que recibe el afloramiento del río subterráneo que da origen al Pisuerga, corriente de agua que vertebra la comarca y suministra agua al Canal de Castilla. El último pueblo antes de iniciar el recorrido es Sta. María de Redondo, un pequeño núcleo urbano de menos de 50 habitantes, al que llegamos por una estrecha carretera local que se inicia en la CL627, que une Cervera del Pisuerga con la vecina comunidad Cántabra por el puerto de Piedras Luengas. Atravesamos el pueblo y continuamos durante un kilómetro aproximadamente, a la derecha encontraremos el aparcamiento en el que se inicia la ruta.
Vista desde el aparcamiento. En la Montaña Palentina se da con frecuencia, montañas con laderas suaves culminadas con una cresta rocosa de paredes verticales.
Comenzamos por una amplísima pista forestal, a 100 metros se divide en dos, tomaremos la de la derecha que desciende levemente para cruzar el Pisuerga. Estamos en la margen izquierda del río por la que empezamos a ascender. Atrás hemos dejado los extensos campos sembrados de cereal que, en esta época, comienzos de junio, están altos y verdes. Gran parte de Palencia está cubierta de cereal que inunda las suaves ondulaciones que vemos por doquier.
Bosque de robles, la regularidad en el espaciado entre los árboles induce a pensar que algunos bosques fueron repoblaciones forestales, bastante habituales en las primeras décadas del siglo XX.
Ascendemos con el río a nuestra izquierda, que se va quedando bajo, entre pequeños prados e inmensos bosques de inmensos robles. Veremos muchos ejemplares de dos y tres metros de perímetro. Después de un par de leves descensos, la pista, ahora bastante más estrecha, comienza a ganar altura de forma decidida. Cruzamos por segunda y última vez el Pisuerga, ahora estamos en su margen derecha. En los claros de los robles nacen arbustos, entre otros, agracejos y majuelos, cubiertos de pequeñas flores amarillas y blancas respectivamente, que dan colorido al paisaje dominado por el verde de los robles y algunas hayas.
Abundan los agracejos y majuelos que en esta época del año, junio, se encuentran en plena floración.
Completan el entorno algunos acebos con su hoja dura, rodeada en su contorno de pequeñas púas, de color verde intenso y brillante. Crecen en gruesas y recias varas que divergen desde el suelo en el que algunas forman un cuerpo común. Cuando llevamos recorridos tres kilómetros un cartel nos señala que nos desviemos por un sendero a la derecha para continuar hacia la cueva (regresaremos por la izquierda). Caminamos entre robles que crecen más dispersos, además sus copas evolucionan en vertical, dejando huecos por los que se cuela el sol del final de la primavera, el resultado es un bosque luminoso.
La senda atraviesa una densa concentración de acebos.
En un tramo de un centenar de metros el sendero discurre encajonado, ocupado por un pequeño arroyo de aguas de escorrentía. Para no ir chapoteando la tierra húmeda o saltando entre piedras, podemos subir unos metros hacia la izquierda, donde una senda poco marcada discurre en paralelo y nos llevará de nuevo al camino, a partir de ahora en seco. Hemos ganado mucha altura, no se ve el río ni apenas se le escucha. Llegamos a una senda horizontal bien marcada, un cartel nos indica: Cueva del Cobre 100 metros. Prácticamente la subida ha concluido, llano y una pequeña subida final que da acceso a la cueva.
La entrada de la Cueva del cobre es impresionante, en la distancia con una bella forma de herradura.
La boca es espectacular, un agujero en forma de herradura de ocho metros de altura, en la parte baja de un cortado de roca gris de casi un centenar de metros, dividido en dos por una faja herbácea de elevada pendiente. El sendero nos conduce hacia el interior de la cueva, superamos un par de rocas y nos encontramos dentro. Una sala de grandes proporciones, 10 metros de alto y 60 de fondo, con suelo de tierra y roca, por un lateral discurre el Río Pisuerga, ahora subterráneo.
Entrada de la cueva desde el interior, el suelo es de tierra húmeda y rocas redondeadas, a la derecha discurre el río, aunque en las crecidas ocupa toda la anchura.
El fondo de la sala se adentra en la montaña, donde no llega la claridad de la mañana y la luz eléctrica de la linterna nos ilumina un túnel mucho más angosto; franqueable con material y equipo propio de espeleólogo. El rumor nos advierte de las cascadas y vericuetos por donde las aguas discurren en el interior de la Madre Tierra.
Galería por la que discurre el río subterráneo, sólo es explorable con material específico de espeleología. El agua ocupa toda la anchura del túnel.
Desde la entrada de la cueva contemplamos el valle por el que se precipita el río recién nacido entre rápidos y saltos que le llevarán a zonas más llanas. Al otro lado una amplia pradera asciende hacia las cumbres del lado opuesto.
Vista desde el nacimiento del Río Pisuerga.
El regreso se inicia por la misma senda que llegamos, en el cartel que indicaba: Cueva a 100 metros, continuamos por una senda bien marcada, sin descender, esta parte del regreso no coincide con la ascensión. A la derecha la alta pared de roca que se eleva hacia la cumbre de la montaña, a la izquierda el valle. Entre pequeños prados y bosques caminamos como un kilómetro sin perder altura. Llegamos al Collado del Cobre (1.581 m), una pradera llana de varios centenares de metros atravesada por una pista forestal estrecha. Hacia la derecha asciende en varias lazadas a la cumbre de la montaña, a la izquierda se dirige hacia las rocas que ponen fin a la pradera y cominenza el bosque por el que descendemos. Desde la pradera se ve una buena vista del cortado de roca donde nace el río Pisuerga.
Roble centenario, veremos muchos. Alguno como el Roblón alcanza 10 metros de perímetro.
Ahora si, abandonamos el llano e iniciamos el descenso por la pista entre robles con magníficos ejemplares. El descenso es fuerte y el itinerario describe amplias lazadas para salvar el desnivel. En algo menos de dos kilómetros llegamos al cruce en el que nos desviamos en el ascenso. A partir de aquí deshacemos el camino hasta el aparcamiento, final de nuestra ruta.