Valle de Boí: Barruera - Durro - Boí – Erill la Vall – Barruera

<> Distancia: 11,8 km. Circular
<> Altura mínima Barruera: 1085m
<> Altura máxima Roca de L'Espa: 1450m
<> Tiempo estimado: 3h 15m
<> Dificultad: fácil
<> Orientación: fácil

Itinerario circular, los datos se refieren a todo el recorrido hasta el punto de inicio.

Salimos de Barruera por un puente colgante para peatones, sobre el Noguera de Tor, 50 metros aguas abajo del puente de la carretera que lleva a Durro. El itinerario coincide en este tramo por la carretera durante 200 metros, al cabo de los cuales, siguiendo la indicación salimos por la derecha por un camino entre pastos. (Si continuamos por la carretera unos metros más, seguimos la curva a la izquierda y veremos una magnífica cueva, a nuestra derecha, con una cascada interior, es recomendable visitar). Retomamos el itinerario en el punto en el que salimos de la carretera. Desde aquí mismo comienza la subida que será constante los primeros 20 minutos con una rampa considerable. El camino discurre por un frondoso bosque de robles, muchos de ellos centenarios. Avanzamos por un camino zigzagueante. Al otro lado del valle vemos un tejado metálico, sostenido con vigas de hierro, a su izquierda y derecha se advierte el muro de un canal de agua, es la aportación del arroyo a la central eléctrica de Barruera.
Hemos ascendido 250 metros, la parte más dura del recorrido. Caminamos junto al Barranc Gros de Durro, apenas en algún punto llegamos a ver el agua, el espeso bosque nos lo impide, aunque la tenemos ahí al lado. El estruendo del arroyo precipitándose entre rocas y pequeñas cascadas llena todo el espacio. La rampa se suaviza incluso con algunos llanos. Cruzamos el arroyo por un puente de hormigón, el camino gana anchura unos minutos después entramos en Durro.
Pasamos junto a la iglesia de la Natividad, que sin duda conviene visitar, forma parte del conjunto de ermitas del valle de Boí, de estilo románico lombardo que no nos debemos perder. Cruzamos la población hacia el norte. Salimos por una carretera asfaltada, junto a un parque infantil, que sube a la parte alta del pueblo. La dejaremos en la primera curva a la derecha, saliendo hacia la izquierda por una senda ascendente. El desvío está bien señalizado.
Ascendemos por una senda con una valla de bloques de hormigón a nuestra izquierda, vamos ganando altura hasta llegar a la Roca de L'Espa, el punto más alto del recorrido. Una placa metálica grabada así lo indica. Un pequeño llano, magnífica atalaya desde la que contemplar el espectáculo natural que supone el valle de Boí.

Barruera desde la Roca de L'Espa, casi a vista de pájaro. Al frente el camino al Cap de la Gelada y Tossal de les Roies.

Siguiendo con la vista el valle hacia la parte alta, a la derecha vemos Boí, al otro lado del Noguera de Tor la pequeña población de Erill la Vall.

Divisamos muchos kilómetros de valle, a la izquierda en dirección SO Barruera, unos 300 metros bajo de nosotros, a vista de pájaro, más allá el pequeño pueblo de Cadret en mitad de la ladera. Enfrente el valle que desciende desde el Port de la Gelada. A la derecha Boí, en la margen izquierda del Noguera de Tor, nuestro próximo destino, enfrente suyo, en la margen derecha Erill la Vall. La uniformidad, en parte exigida, de las construcciones con paredes de piedra y tejados de pizarra negra contrastan con el verdor del valle que los envuelve. En todos ellos se aprecian los campanarios de sus ermitas románicas, uno de los atractivos del valle. En la cabecera del valle, Caldes de Boí y, aunque no se llega a ver, la presa del Embalse de Cavallers.
Regresando a nuestro sendero, hasta Boí seguimos el “camí de Pago” transita por la ladera de la Roca de Feixa, entre el Pago de Durro y el Pinar de Boí. El paisaje ha cambiado, el pino albar y el sotobosque de boj, tan común en el pirineo nos rodean. El sendero en ladera atraviesa varias pedreras, una en concreto con más de 150 metros de desnivel hacia bajo y otros tantos por encima, una verdadera cascada de rocas. El sendero desciende hacia Boí, jalonado a ambos lados por pequeños prados con divisorias de piedra seca, en muchos tramos se mantiene el antiguo empedrado.
Entramos en Boí junto a un parque infantil, casi idéntico al que salimos de Durro. Por la población seguimos en dirección norte sin perder altura. Un cartel indica el itinerario hacia la iglesia por una pasarela metálica, la dejamos a la derecha y nos dirigimos un el aparcamiento que atravesamos. La salida hacia Erí está junto a la entrada al aparcamiento, está señalizada junto a una casa, parece que sea su entrada, de hecho cruzamos el pequeño patio en su entrada. El tramo hasta el Noguera de Tor es corto y el descenso uniforme. El camino, empedrado en toda su longitud, está flanqueado por muros de piedra seca, de poca altura, la justa para que no salgan las vacas que en ellos pastan.  La antigüedad del camino es patente y está presente en el brillo, que miles de pisadas, han pulido las otrora irregulares piedras que lo conforman el suelo, que nosotros también pulimos.

El descenso finaliza en un puente metálico, que la sensibilidad de su constructor ha recubierto con tablas de madera para integrarlo en el entorno. Por él cruzaremos por segunda vez el Noguera de Tor. Al atravesarlo disfrutamos del sinfín de brillos y formas que adopta el agua al estrellarse en las rocas graníticas que cubren su lecho. ¿Será consciente el agua del placer que su contemplación produce a los humanos? Una cascada que se precipita al vacío, un torrente de montaña, el río que discurre tranquilo entre su ribera de chopos, o el mar que refleja la luz de la Luna en un triángulo plateado y rodeado por la negrura adyacente, tienen un elemento común: la sensación de placer que producen a quienes tienen la fortuna de contemplarlos. Atravesado el puente comenzamos a ascender por una estrecha carretera asfaltada, en la primera curva nos salimos por unas escaleras. Que mal le viene a nuestras piernas subir esta escalera después de tanto descenso, solo diez metros de desnivel nos separan de la carretera que recorre el valle y que cruzamos. El sendero continúa junto al pequeño refugio de la parada del autobús. El sendero asciende cruzando otra vez la carretera que lleva a Erí la Vall, el pueblo más pequeño que atravesamos, no con menos encanto. Ascendemos por sus calles pasando junto a la iglesia, a mi juicio la más bella de las que hemos visto en nuestro recorrido. Aunque en esta descripción del camino no se ha hecho hincapié en ello, la visita a las iglesias románicas del valle es muy aconsejable para los viajeros que quieran disfrutar de la plenitud del entorno. La de Erill tiene un esbelto campanario, cinco pisos de ventanas rematadas con pequeños arcos de medio punto y divididas por finas columnas. La entrada está guarecida con un porche sobre tres arcos de medio punto. Una belleza.

 

Iglesia de Santa Eulalia en Erill la Vall, exibe un esbelta torre campanario con cinco pisos de ventanas geminadas.

Dejamos la iglesia a la izquierda y seguimos subiendo hacia la parte más alta. Vemos un parque infantil y, de nuevo, la salida del pueblo la tenemos a su lado. Parece una broma, pero los tres pueblos que atravesamos, la entrada o salida se realiza junto a un parque infantil.
Estamos en la plaza más alta del pueblo y tenemos que llegar de nuevo al río, desde aquí será todo descenso hasta Barruera. Cruzamos un pequeño puente de hierro y bajamos unos metros por una calle ancha, con firme de hormigón. A los pocos metros giramos a la derecha entre dos pequeñas granjas, ahora por un camino empedrado que nos conduce hacia la carretera general de Caldes. Otra vez muros de piedra seca cierra pequeños prados, con vacas que pese a estar a mitad de mayo continúan en sus establos. Ya deberían estar pastando en libertad en los valles altos del Pirineo, pero dicen los ganaderos que “arriba” hay poco pasto.
Casi en la carretera, a nuestra izquierda, un imponente muro de rocas de granito, muy fácil de distinguir por ser la roca gris moteada con innumerables puntos oscuros, sostienen un prado alto. Llegamos a la carretera de Caldes y la atravesamos por un pequeño túnel cilíndrico, de plancha de hierro ondulada.


Al otro lado de la carretera estamos junto al lecho del Noguera de Tor, que veremos en numerosas ocasiones hasta Barruera, y su rumor nos acompañará hasta nuestro destino. El camino es llano, con múltiples cruces con otros caminos, está bien señalizado, y con un poco de orientación lo seguiremos sin dificultad. El paisaje ha cambiado de nuevo, ahora son los chopos el árbol dominante. Encontramos una bifurcación, señalizada, por la derecha Barruera en cinco minutos, a la izquierda, en diez, el puente colgante del que partimos. Si seguimos tres minutos más llegaremos al parque infantil de Barruera, donde podremos finalizar el recorrido deslizándonos por la tirolina.